Gloria a Tí, Señor Lucho.
Caminaba el profeta Bautista Lista por las calles de Buenos Aires, cuando de pronto, vio en la multitud, algo que sobresaltolo. Detúvose el profeta Bautista Lista en medio de la vereda, chocando a cuanta vieja siguió de largo sin darse cuenta de que él se había detenido, a causa de una maravillosa aparición. Una luz encegueciolo: eran los cabellos rubios de su señor Lucho. Allí entre la multitud, comenzó a agradecer a los cielos por tan maravilloso encuentro. Su vida había cambiado tanto después de la última vez que Lucho lo había sorprendido con su aparición. Lucho se acercaba majestuoso entre la gente, sus cabellos rubios enceguecían a Bautista, ocnubilábanlo, emocionábanlo, recopábanlo.
Acercóse Lucho al profeta. En su mano, un celular última generación, tocaba reggeatón de última degeneración como si tuviera tres amplificadores superpuestos. "Aaaah, el poder de Lucho", pensó el profeta Bautista, "su palabra llega en forma de música a todos los rincones del planeta". El corazón de Bautista detúvose. Lucho lo mira fijamente, con la pura belleza de sus ojos azules. Bautista no podía más de felicidad, ¡el gran Lucho lo había elegido entre la multitud, justo a él, un hombre humilde, un hombre que no vivia si no para adorar a Lucho! Lucho detúvose frente a él, y con la voz musical que lo caracterizaba, díjole:
-Ehamigo, ¿no tené' una moneda? Dale, ehamigo.
¡Lucho le pedía una colaboración para su causa! Bautista buscó en sus bolsillos y encontró varias monedas que rápidamente depositó en la palma extendida de su señor Lucho.
-Ah, gracia, fierita, so' un capo. Es pa' loamigo, para tomarno' una' cerveza'. Gracia, ehamigo.
Lucho abandonolo, dejando tras de sí el sonido del reggeatón que anunciaba su llegada. Con él se fue la luz que iluminaba a Bautista Lista. El profeta continuó su camino, rogando que en la parada del bondi, estuviera el chancho para vender boletos, porque no tenía una mísera moneda.
Fue Palabra de Lucho.
Te alabamos, Lucho.