-“Oh, hermano mío, el camino que has recorrido, no ha sido el que Lucho ha diseñado para ti. Ahora levántate y anda. Aún debes descubrir tu verdadero sendero. Elévate, cómo he hecho yo, y encuentra tu vocación en la gran viña del Señor Lucho. La vida te tiene preparada una enorme sorpresa, ve y encuéntrala, agárrala y no la sueltes, entrégate al disfrute, te lo mereces”.-
Donfrancisco, despertose exaltado, y - un tanto excitado-, por la vehemencia del Enano que hablole con tanta autoridad y sabiduría.
Fue entonces que levantose de su siesta, -que llevaba ya 3 días-, y decidiose a ir por lo que habíanle revelado: su verdadera misión en este mundo.
Caminó por calles de tierra, por arduos senderos obscuros, caminó por bosques y ríos, hasta que por fin llegó a Plaza Miserere. Era una plaza gigante que cruzose en su camino. Fue ahí, en donde la tentación apareciose en su vida.
Donfrancisco, escondiose detrás de unos arbustos, esperando a que aquel malón, terminara de transitar. Cuando de pronto de entre los tachos de basura, apareciose una mujer, llamativa y muy alta, que díjole:
-Hola Papi, ¿estás esperando el colectivo? ¿querés que nos vamos pa’ algún telo de por acá? Conozco uno buenísimo, $15 la hora.- ¿Te va?.- La mujer callóse y levantose la ínfima tela que cubría sus partes.
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-Me llamo Lucio, díjole. -
El viejo, miróla meditabundo y respondióle,
-¿Vos sos Donfrancisco?
-Bueno, entonce´vení que tengo un mensaje de los angele´ de Charly pa´vo´…
De pronto, de entre los puestos de chipá, aparecieronse 20 hermanos, con palos y piedras. Mientras lo cascoteaban, al grito de viejo-traga-bala, Donfrancisco, preguntóse:
-Oh, Señor mío, cómo permites que éstos bárbaros, me castiguen de ésta manera. ¿Acaso no estás conmigo?.-
Del cielo un relámpago calló en medio de la plaza. Los 20 hermanos apedreadores, echáronse a correr. Donfrancisco quedose tirado en el pasto y cuando levantó los ojos, violo a El:
-Donfrancisco, te he enviado un mensaje en tus sueños, mas has comprendido mal, cuando el Enano díjote que debías de cambiar el rumbo refirióse, justamente, a que debías evitar las tentaciones de la carne. Has pecado con el choripan. Y más luego has vuelto a pecar, comiéndote un travesaño. ¿Acaso aún no entiendes de qué se trata la vida?.
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Donfrancisco, reconoció su error, y echose a llorar. Mientras lucho le secaba las lágrimas, díjole:
Oh, hijo mío. Estas perdonado. Ahora levántate, agárrame-la (con la) mano.
Y así, Donfrancisco, obedecióle como pocos fieles lo hubieran hecho.
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